El niño y la cerilla

Justo esa mañana se había quemado la última  cerilla y se necesitarían nuevas a la hora de encender la estufa. Que contrariedad! Él, precisamente él, que era tan miedoso, tendría que ir al abasto más cercano a comprarle una caja de cerillas a su madre.

 

Se imaginaba que la calle, tan enorme y concurrida, le gritaba que saliera para tragárselo. La sensación de ser tragado lo hacía sudar copiosamente. Sentía que el sudor le corría por el cuerpo como ríos desbordados y creía que la gente que caminaba afuera despreocupada, en realidad lo estaba esperando para, desde un palco, observar con más detalle cómo la calle se lo tragaba.

Se preguntaba por qué tenía que comprarlas enfrentándose a tantos peligros. Después de todo: ¿cuánto valía una cerilla?, muy poco o nada y sin embargo, por un descuido se convertía en algo preciado.

Respiraba profundo y al llegar a la puerta, secaba el sudor que corría por su rostro y trataba de no imaginarse cuando estuviese afuera, y, ¿si cerraba los ojos?, ¡no!, él sabía que de hacerlo podría tomar el camino incorrecto y perderse o, sufrir una caída.  

 

Pasaban los minutos y estaba allí frente a la puerta viendo sin ver, oyendo sin oír, sudando sin sentir y en su mente sólo estaba la imagen de una enorme caja de cerillas.

De pronto, la caja se abrió y comenzaron a salir las cerillas. Una a una se fueron acomodando, y, como si estuviesen bailando, hicieron un círculo alrededor de él.  Asombrado de ver aquello se sentó a esperar que terminaran lo que habían empezado pero las cerillas detuvieron el movimiento y una de ellas se salió del círculo bastante acabado para acercarse a él. Estaba fascinado y decidió permanecer inmóvil esperando que se encontrase lo suficientemente cerca. Algo estaba pasando y le habrían de informar. La cerilla se detuvo cerca de él.

- ¿Cómo te llamas?

 

- Alejandro y ¿tú?

 

- Mágica.

 

El se sintió un poco burlado pues le pareció que ese no era un nombre, sin embargo, prefirió permanecer callado.

  

- Y, ¿qué haces?

 

- Trataba de entender lo que hacían, pero he perdido el interés. Ahora debo irme.

 

- ¿A dónde irás?

 

- Al abasto, debo comprar una caja de cerillas.

 

Ellas, entonces, como si hubiesen recibido una orden, aceleraron su movimiento y rápidamente estaban todas a su alrededor, incluida Mágica, a quien trató de seguir con la vista, pero, al ser todas idénticas, la había perdido en el conjunto. En esa posición, ellas alrededor y él en medio, permanecieron en silencio.

Alejandro comenzó a percibir un ruido, ¿cómo era posible?, desde hace rato no escuchaba, ni veía, ni sentía nada a su alrededor excepto su voz y la de la cerilla. 

Era la puerta que comenzaba a abrirse y mientras se daba cuenta de que estaba en la sala frente a la puerta, también se daba cuenta que todas las cerillas habían desaparecido. 

La señora de la limpieza entró, y, como siempre, alegre y juguetona le hizo bromas cuando le vio la cara de perplejidad, el sudor en todo el rostro y la actitud nerviosa de quien va a enfrentarse a un desafio. 

- Vamos Alejandro, no te quedes allí parado, llevaré esta bolsa a la cocina, por favor saca la caja de cerillas, la verás al fondo dice en letras grandes "Mágica" y la guardas en la gaveta del mueble de la cocina. Ayer cuando lo limpiaba me di cuenta que la caja estaba casi vacía.  

abril-2018

anama@elalmanotienegenero.com

Y la ciudad allí demasiado grande para un niño...

Y la ciudad allí demasiado grande para un niño...

Comentarios

Americana08

26.05.2018 08:12

tan grande. Este cuento me recordó a alguno de mi niñez, sólo que digamos que la conclusión era bastante triste.

Ana

05.06.2018 02:07

Lástima que la conclusión fuese triste...hasta en la película de Monster Inc culminan sustituyendo el terror por risas

Comentarios recientes

05.11 | 18:28

Buenas tardes, encantado de saludarte. Soy Jose
Quería escribirte porque me ha parecido interesante comentar contigo la posibilidad de que tu negocio aparezca cada mes en periódicos digitales como not

20.10 | 16:28

Un besote amiga!

20.10 | 08:04

Cómo describes a “tu Mimina” me transporta a esa pared para recordar a la mía, a quien adore, con la única diferencia que yo no pude separarme del muro.
Bello y emotivo relato.

06.10 | 21:22

Mi querida Venusita, muchas gracias por leerlo y escribirme. Muchos cariños 😘

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